martes, 22 de julio de 2008

La tumba de las luciérnagas

¿Por qué las luciérnagas viven tan poco?, pregunta Setsuko a su hermano Seita con lágimas en los ojos...yo también con los ojos húmedos pienso la misma pregunta y miro la foto de mi madre que murió con tan solo 29 años.
Este film maravilloso que ha llegado a mis manos me ha hecho volver a la infancia y recordar que al igual que esa pequeña niña, yo también a su edad hacía tumbas para colocar las abejas que encontraba muertas en el patio de la casa de mi abuela, con cruces de ramita de árbol, piedrecillas alrededor y unas cuantas flores encima.
Después de mucho tiempo la vida me regaló estar físicamente con mi madre. Podrá parecer algo macabro haber sostenido sus huesos para depositarlos en la tumba de mi abuela y devolverle a su hija, pero en ese instante para mí fue el más tibio abrazo que nadie me dió y con ello entendí que el amor de verdad es realmente para siempre.
Para todos seguramente nuestras madres son las mejores, pero de verdad siento que la mía en esos pocos años juntos, y aún ahora desde su cielo, es una bendición.
Guarda tú también entre tus manos un puñado de luciérnagas para iluminar la vida de otros. Ellas son tus propios sentimientos, la alegría, la compasión, el afecto, y están más cerca de lo que crees...justo ahí...en tu corazón.

miércoles, 2 de julio de 2008

Cuando un amigo se va


El mes que viene se va a cumplir ya un año desde que mi gran amiga partió con su par de alas al cielo, allá donde siempre estuvo su corazón...un año...y yo no me he dado cuenta del paso del tiempo.
Lo que si no ha pasado es el dolor, creo que nunca se irá, solo que aprenderé a convivir con él, como cuando usas un anillo en el dedo. Lo llevas puesto durante tantos años que ya no lo sientes en el dedo, pero al mirar tu mano está, en el mismo lugar, solo que te has acostumbrado y no lo percibes.
De eso está hecha la vida, bienvenidas y despedidas. Pero cuando un amigo se va, ese vacío no lo llenan los nuevos amigos, aunque se agradece contar con ellos, con ese aire nuevo que te renueva. Yo tengo la dicha de contar con amistades que son mi tesoro y a pesar de no tener ya de cuerpo presente a algunos, siguen a mi lado tan presentes como si aún vivieran.
He entendido que al final lo único que se nos es permitido llevar al momento de morir es el amor. El amor que te han dado, el amor que has dejado. Ni siquiera el cuerpo, al que le damos tanta importancia se nos permite llevar, sólo el amor.
Doy gracias a la vida por estar despierto, por ver a mi alrededor a todos esos seres maravillosos que con su afecto me sostiénen y están a mi lado, por vivir entre dos mundos y traer a quienes partieron a través de esas historias que escribo y que de seguro me inspiran estos espíritus que son parte de mí.
Por eso soy como soy, soy como siento y que bueno es sentir, estar vivo para cuando llegue la muerte decir me encantó ser, y soy como quise ser...Un beso María Mallea, un día mujer, amiga y madre, ahora ángel y espíritu.